Universidades, ONG y turismo comunitario: reinventar las alianzas
23 Jun 2025

Universidades, ONG y turismo comunitario: reinventar las alianzas.

Trabajo «Turismo Comunitario y Justo» de ISTO, una mesa redonda reunió a investigadores, trabajadores de campo y profesionales del turismo solidario para debatir sobre “el papel de las universidades y las organizaciones no gubernamentales (ONG) en el apoyo a las iniciativas de turismo comunitario”.

El turismo comunitario, basado en la gestión colectiva de proyectos por las comunidades locales, pretende reforzar su autonomía económica, social y cultural. Si bien la ambición es compartida, la forma en que la apoyan organismos externos como universidades y ONG plantea muchas preguntas. La reunión brindó la oportunidad de comparar y contrastar ricos puntos de vista arraigados en la experiencia práctica sobre el terreno.

Los miembros del Grupo de Trabajo tuvieron el placer de recibir a dos oradores que compartieron sus reflexiones:

  • Maxime Kieffer es profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la unidad de Morelia. Estudia el turismo desde la perspectiva de las ciencias sociales y analiza los procesos sociales, culturales, medioambientales y económicos vinculados al desarrollo comunitario, con especial atención al turismo alternativo, la agricultura y la artesanía. Le interesan especialmente las cuestiones de organización colectiva, producción y comercialización en el ámbito de la economía social y solidaria y el desarrollo sostenible, recurriendo a diversas disciplinas de las ciencias sociales.
  • Alfredo Somoza es un periodista, locutor de radio, ensayista y activista italiano. Fue fundador y primer presidente de la Associazione Italiana Turismo Responsabile en 1988. Desde 2003, preside el Istituto Cooperazione Economica Internazionale (ICEI) de Milán. Desde 2019, es director de Young Radio y presidente de Colomba, la asociación de ONG de Lombardía. También es profesor de desarrollo y cooperación en América Latina en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán.

Alianzass prometedoras... siempre que se aprovechen los conocimientos locales

El primer punto ampliamente compartido se refiere a la complementariedad entre los conocimientos locales y las contribuciones externas. Las universidades y las ONG pueden aportar herramientas metodológicas, recursos financieros, visibilidad internacional y apoyo técnico. También contribuyen a la profesionalización de los responsables de proyectos ofreciendo una formación adecuada y facilitando los intercambios de experiencias entre comunidades.

Sin embargo, estas alianzas sólo pueden ser fructíferas si se basan en la escucha y la co-construcción. No se trata de imponer modelos, sino de apoyar las dinámicas locales. El enfoque de la investigación-acción participativa es una vía prometedora. Se basa en la producción colectiva de conocimientos y en la implicación de las comunidades en todas las etapas del proyecto, utilizando metodologías originales. Un ejemplo interesante es el juego de rol Dubinda, que permite a los participantes explorar las implicaciones del desarrollo turístico en una pequeña comunidad pesquera imaginaria, y elaborar recomendaciones para su propia comunidad.

Respetar los plazos y prioridades locales

Los debates también pusieron de relieve un reto importante: el tiempo. La lógica institucional de las ONG o las universidades no siempre coincide con los ritmos de las comunidades. Los proyectos académicos o financiados por donantes suelen seguir calendarios muy ajustados, incompatibles con largos procesos de diálogo, creación de confianza y toma de decisiones colectivas.

En varios casos, este desfase ha sido perjudicial para la sostenibilidad de los proyectos. Para que el turismo comunitario sea realmente sostenible, hay que aceptar la incertidumbre, respetar las vacilaciones y reconocer que ciertas decisiones sólo pueden ser tomadas por los agentes locales, en el momento que ellos consideren oportuno. Al final del proyecto de investigación o de apoyo, hay que permitir que los académicos y las ONG se hagan a un lado, y que el proyecto de turismo comunitario continúe de forma independiente.

Turismo comunitario e investigación: ¿cuáles son las contribuciones?

En el plano académico, la mesa redonda recordó la importancia de diversificar las formas de conocimiento reconocidas en el ámbito del desarrollo. Cada vez más académicos recurren a conceptos como la «epistemología del Sur», que valora el conocimiento derivado de la experiencia, la memoria colectiva y las prácticas rurales y ancestrales. Este cambio de perspectiva ayuda a legitimar las voces de las comunidades que suelen quedar marginadas en los proyectos de investigación tradicionales.

Teniendo esto en cuenta, las universidades también pueden producir herramientas prácticas que sean directamente útiles para los proyectos locales. Un ejemplo que se dio fue el de una guía práctica de ecoturismo coescrita con las comunidades, basada en los resultados de la investigación doctoral. Lejos de ser un artículo científico, este tipo de publicación permite que el conocimiento circule de forma más horizontal.

ONG: de una legitimidad frágil a un papel catalizador

Por su parte, las ONG llevan mucho tiempo luchando por que se reconozca el turismo como palanca legítima del desarrollo. Hasta principios de la década de 2000, estaba ausente de las estrategias de las principales agencias de desarrollo. Hoy, las cosas han cambiado. Se han lanzado numerosos proyectos en América Latina, África, Asia e incluso Europa del Este, con un creciente reconocimiento del potencial del turismo comunitario.

Sin embargo, estos proyectos no pueden funcionar sin una serie de requisitos previos: seguridad, accesibilidad, infraestructuras básicas... y, sobre todo, una sólida organización colectiva. El turismo comunitario no es un asunto individual. Se basa en mecanismos de gobernanza compartidos, un reparto equitativo de los ingresos y una fuerte implicación de las mujeres y los jóvenes. Como subrayaron los ponentes, el turismo no es un proyecto de desarrollo como los demás, porque también es un producto económico que responde a una lógica de mercado y debe tener éxito con los visitantes si quiere sobrevivir, aunque sigan predominando los objetivos de cohesión social y reparto equitativo de los beneficios del turismo.

Reforzar la resistencia regional

Otra lección clave de la reunión fue la necesidad de garantizar que el turismo nunca se convierta en la única fuente de ingresos de una zona. El turismo comunitario debe estar vinculado a la agricultura, la artesanía, la pesca o cualquier otra actividad preexistente. Esta diversificación es esencial para garantizar la resiliencia económica de las comunidades, sobre todo en tiempos de crisis, como ha demostrado la pandemia de Covid-19.

Hoy en día, muchos proyectos pretenden integrar el turismo en estrategias más globales de valorización de los territorios: rutas agroturísticas, circuitos ecoturísticos, experiencias de inmersión basadas en productos alimentarios locales, etc. El turismo se convierte así en una más de las palancas para reforzar la autonomía de las poblaciones rurales.

El reto de la gobernanza compartida

Una de las cuestiones más delicadas sigue siendo la del poder. ¿Cómo garantizar que las decisiones se tomen democráticamente, que los conflictos internos se gestionen con transparencia y que las desigualdades no se reproduzcan a escala local? Se mencionaron varias herramientas participativas, como la cartografía colaborativa, los juegos de rol y los árboles de problemas, que animan a la gente a expresarse, dialogar y resolver tensiones.

Pero las herramientas por sí solas no bastan. La voluntad de cambio debe venir de dentro. A veces los proyectos se estancan, no por falta de recursos, sino porque los agentes implicados encuentran un equilibrio -por inestable que sea- que les conviene. El apoyo externo sólo puede abrir espacios de debate, sin forzar las transiciones.

¿Hacia un cambio de escala?

En conclusión, aunque el turismo comunitario sigue siendo un segmento marginal en las estadísticas mundiales, está creciendo en escala en ciertas regiones del mundo. Forma parte de una visión del desarrollo centrada en los agentes locales, el conocimiento compartido y la solidaridad. Las universidades y las ONG tienen un papel que desempeñar en este proceso, siempre que se posicionen para apoyarlo y no para anularlo.

El debate sigue abierto: ¿debe ampliarse la noción de turismo comunitario a otras formas de gobernanza local? ¿Cómo evitar los efectos perversos de la profesionalización? ¿Qué alianzas deben forjarse para afianzar estas prácticas a largo plazo? Éstas son sólo algunas de las preguntas que seguirán alimentando el debate en un sector en constante evolución.